es casualidad tampoco que sus negocios se
mantengan después de años y años y que hoy
formen parte del propio pedigree del Casco
Viejo.
Tampoco hay que olvidar lo que sufrieron con
las inundaciones de 1983 ni la lección de soli
daridad y respuesta ante la adversidad que nos
dieron a todos inmediatamente después de de
rramar las lágrimas justas. Algo similar debió
de inspirar a Honoré de Balzac cuando afirmó
que las almas grandes siempre están dispuestas
a hacer una virtud de una desgracia. Resur
gieron del barro para recuperar el esplendor y
todavía hoy, en plena cruenta batalla contra la
crisis, muchos de ellos siguen dando brillo al
comercio del Casco Viejo.
Tengo amigos que si bajan al Casco no per
donan una croqueta de allí o una ración
de allá, se reservan un día para el chuletón
aquél, me hablan del pintxo cual de la mú
sica que ponen en tal, de lo rico que está el
jamón… A mi ama le encanta venir de vez
en cuando desde Gernika y perderse en lu
gares concretos del Mercado de la Ribera.
Después, se mete entre calles y sabe dónde
hay buen bacalao, buenas conservas, quién
trabaja bien la tela y dónde debe comprarse
los zapatos, las gafas o un paraguas. No ten
go que recomendar a nadie dónde se esmeran
con el marianito preparado, dónde lograr el
sello preciso, la pintura más adecuada, el mí
tico turrón navideño, relojes de calidad… Es
así y no soy un caso aislado, pero si realmente
es así no es sólo por el producto, sino por el
trato cercano de estos dependientes.
Lo cierto es que en algún caso hay que rascar
un poco en la superficie para derribar una
ruda primera impresión y obtener la mejor
versión, pero son gente que deja su impronta
con su personalidad. Atrás han ido quedan
do el cuarto y mitad, las pesetas y el papel
de estraza, pero ellos han seguido adelante
enarbolando la bandera de la honestidad, del
buen servicio y de la profesionalidad.
Decía Stendhal que el alma es el conjunto de
las pasiones y en este caso no sería descabella
do afirmar que estos históricos “dependien
tes” conforman el alma de la ciudad con la
pasión que han desbordado y desbordan en
sus profesiones. No están todos los que son
porque algunos no han podido, pero si son
todos los que están. Manu ha sabido captar
su esencia desde su maestría fotográfica y
Eric les ha dejado que se expresen para refle
jar en palabras su personalidad completando
un magnífico proyecto para que nadie olvide
lo que son y han sido y lo que aportan y han
aportado estas entrañables personas al Casco
Viejo y por extensión a Bilbao.
Son guardianes del alma de la ciudad y se
merecen pasar a formar parte de su intrahis
toria. Balzac defendía que el alma es un vaso
que sólo se llena con eternidad y en estas pá
ginas quedan para siempre.
Igor Goikoetxea Luengo
(Periodista y escritor residente
en el Casco Viejo)