EUSKAL HERRIA ETA FESTA

EUSKAL HERRIA ETA FESTA

21 de Septiembre del 2004 - 14 de Noviembre del 2004

En todos los ámbitos del globo la fiesta es un valioso instrumento al servicio de la relación social pero guarda detrás todo un complejo sistema de símbolos, evocaciones y hasta de provocaciones que en muchos casos escapan incluso a quien participa en ella.

Aproximar una mirada fotográfica al mundo festivo es al mismo tiempo un reto difícil y un ejercicio de extraordinario placer en tanto que posibilita ir mucho más lejos en la percepción de cada acontecimiento, de sentir intensamente cada instante y sobre todo de aprender sobre nosotros mismos.

Durante muchos años de viajes profesionales tras las fiestas de Euskal Herria he tenido la oportunidad constante de sumergirme en el singular mundo de estas relaciones marcadas por el calendario.

Inicialmente me movió una búsqueda puramente etnográfica para intentar describir en imágenes ritos y formas de las fiestas populares vascas.

Progresivamente mi lectura de la fiesta se ha ido haciendo más compleja buscando más allá de las evidencias para encontrar relaciones tras la propia gestualidad, sentido en el desorden y peculiaridades en la organización del movimiento humano.

De este modo el resultado es necesariamente una perspectiva tan compleja como diversa del panorama ritual y festivo de nuestras celebraciones y que, sin pretenderlo, redunda casi a la perfección la atrevida teoría de Juan Antonio Urbeltz según la cual los insectos son pieza fundamental para descubrir los elementos que organizan vida y fiesta en nuestro país.

En imágenes, la fiesta proporciona además sorpresas, paradojas, contrastes y hasta provocaciones que en esta exposición se han organizado de modo casi ritual siguiendo el dictado del calendario.

El tiempo de invierno está asociado a los días santos y también al Carnaval y en él se desarrollan algunas de las fiestas más ritualizadas cuya finalidad, según expresa Urbeltz es “conjurar la amenaza del Caos.

El resurgir de la primavera en su solsticio invoca al orden en cada una de sus fiestas asociadas.

Sin fiesta ninguna sociedad encontraría sentido, igual en la ciudad que en el campo y es precisamente en su espíritu colectivo donde muestra sus más significativas estampas.

Una necesidad de renovación "fundante" de la comunidad se manifiesta en algunas fiestas que conservan según Urbeltz este carácter desde el neolítico.

Cierran el calendario las celebraciones desde San Miguel a la Virgen del Rosario en un círculo que conduce de nuevo al comienzo.

Porque la vida no es otra cosa que una interminable repetición de acontecimientos.

Santiago Yaniz Aramendia